miércoles, 30 de enero de 2013

Palabras VS Hechos


Son buenos tiempos para los manipuladores verbales… lo cierto es que nunca han dejado de serlo.
¿El motivo?
Saben perfectamente que la gente se deja llevar por lo que quiere oír.
Y esto funciona en la política, en el amor, en la amistad, en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.
Si analizamos brevemente qué son las palabras, llegamos a la conclusión de que son meros conjuntos de letras, que si las asociamos con otros grupos de palabras de manera coherente, forman oraciones que si se apilan, forman a su vez un discurso.
Este discurso dicho por la persona adecuada en el momento oportuno puede resultar más o menos convincente, pero en su origen no dejan de ser letras bien organizadas.
¿Por qué le damos tanto valor entonces?
Sencillamente porque necesitamos creerlas. Hasta tal punto lo necesitamos que no hace falta siquiera que el orador sea bueno, solo es necesario que sea sencilla y llanamente lo que queremos escuchar.
Y es que nadie es más susceptible de caer en un engaño que aquel a quien la mentira se ajusta a sus deseos o necesidades.
Por ello, cuando la persona que quieres te dice lo que necesitas oír, crees ciegamente en ello; no existe verdad más absoluta que escuchar las palabras deseadas de la boca de quien admiramos o queremos.
Pongamos el ejemplo de una riña de enamorados. ¿Qué suele ocurrir cuando nuestra pareja nos dice que, o cambiamos, o nos va a acabar dejando? Que no nos lo creemos hasta que nos vemos en la calle, hasta que efectivamente nos lo ha demostrado con hechos.
¿Qué pasa sin embargo cuando nos dice que nos adora, que nos quiere, que nos necesita y que siempre va a estar a nuestro lado? Que nos lo creemos, nos lo creemos ciegamente. No existe en el mundo más verdad que el amor que siente nuestra pareja por nosotros.
Tan falsa o verdadera puede ser una cosa como la otra; pero una nos la creemos sin hechos que lo corroboren, porque necesitamos hacerlo, mientras que la otra la desechamos hasta que no nos lo demuestren porque no deseamos que sea cierto.
¿Estamos desprotegidos entonces? ¿Siempre que la persona a quien admiramos, queremos o amamos nos diga lo que queremos oír, la vamos a creer?
Afortunadamente existen los siempre infravalorados hechos.
Para no caer en un engaño solo hay que tener presente que las palabras no valen nada, en tanto en cuanto no estén sustentadas por hechos.
Y es que para un mentiroso es muy fácil decir algo que no siente, pero hacerlo ya es otra cosa.
Hacer algo que uno no siente implicaría ir contra su forma de ser y, tal y como se refleja perfectamente en la fábula de la tortuga y el escorpión, lo único a lo que nadie puede traicionar es a su propia naturaleza.
Por ello, cuando alguien te diga lo que quieres oír, basta con preguntarte ¿qué ha hecho para demostrármelo?
Lo mejor de todo es que cuando te hablan con hechos, sobran las palabras…

Alicocha Coll Espinosa de los Monteros.

16 comentarios: